La importancia de los tres cerebros del perro en la modificación de conducta canina
La modificación de conducta canina es un proceso complejo que requiere un entendimiento profundo de la psicología y el comportamiento de nuestros perros.
Lo primero y una parte fundamental de este proceso es reconocer los tres cerebros que los perros tienen: el cerebro reptiliano, el cerebro límbico y el cerebro neocortex.
En primer lugar vamos a ver la importancia de atacar al cerebro reptiliano durante ciertas modificaciones de conducta, especialmente cuando un perro muestra agresividad.

El cerebro reptiliano: El encargado de la supervivencia
El cerebro reptiliano es la parte más primitiva y más grande del cerebro canino y solo se encarga de su supervivencia. Este cerebro se activa en situaciones de alto estrés y peligro, impulsando respuestas de lucha o huida.
En consecuencia, para abordar una modificación de conducta de agresividad, debemos dirigirnos a este cerebro y enviar un mensaje claro de que esa agresividad no es aceptable y va en contra de su propia supervivencia.
El cerebro límbico: el reino de las emociones
En segundo lugar, está el cerebro límbico se encarga de las emociones en los perros y es donde se forman las conexiones emocionales.
Al aplicar una presión controlada y adecuada para romper patrones de agresividad en el cerebro reptiliano, podemos influir después en el cerebro límbico y establecer una nueva respuesta emocional que reemplace la agresividad con comportamientos deseables.
El cerebro neocortex: el poder de la razón
Es donde se lleva a cabo el pensamiento racional, la toma de decisiones y el procesamiento de información compleja.
Durante la modificación de conducta, podemos utilizar el cerebro neocortex para enseñar al perro nuevas formas de comportamiento, es decir, conductas alternativas.
En conclusión, en la modificación de conducta canina, es fundamental comprender los tres cerebros que los perros poseen: el reptiliano, el límbico y el neocortex. Adiestramiento y educación canina